En el INTA todos rechazan la decisión de modificar la gobernanza del organismo

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El Gobierno nacional se apresta, aparentemente, a cerrar diferentes áreas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) –algunas agencias de extensión rural, por ejemplo– y se habla de un plan de reorganización que podría acarrear miles de despidos. El decreto ya estaría a la firma del Presidente de la Nación.

Ante este escenario, autoridades locales del INTA se han reunido con el gobernador Rogelio Frigerio, y hay otros mandatarios provinciales que parecen no estar dispuestos a acompañar esta decisión de la administración central.

En medio de todos estos trascendidos, el director del Centro Regional Entre Ríos (CRER) del INTA, Jorge Gvozdenovich, durante una entrevista con el programa En El Dos Mil También, que conducen Antonio Tardelli, Sebastián Martínez y Juan Cruz Varela por Radio Costa Paraná (88.1), señaló que “oficialmente, escrito y firmado, no hay nada” pero “verbalmente, a través del Consejo Directivo Nacional, se nos comunicó este cambio de estructura del INTA, que vendría de la mano de la firma del decreto, afectando su gobernanza, su autarquía y su autonomía”.

– ¿Por qué ese cambio de estructura en la dirección tendría esos efectos hacia abajo?

– Hoy el INTA tiene 10 personas a nivel nacional que conforman el Consejo Directivo y dirigen el organismo. Cuatro son de las entidades que integran la Mesa de Enlace –Sociedad Rural Argentina, Federación Agraria Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas y Coninagro– y CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), por el sector privado, y, por el sector público, están las facultades de Agronomía y de Veterinaria, y un representante de la Secretaría de Agricultura más el presidente y vicepresidente del INTA que son nombrados por el Gobierno. O sea que el Poder Ejecutivo tiene tres representantes mientras que el resto son siete. Entonces, lo que cambia es que van a quedar cuatro privados de la Mesa de Enlace, y cuatro del Gobierno por lo que en caso de cualquier eventual empate, desempata el presidente del INTA, que es del Poder Ejecutivo. Esto nos deja a la merced de las decisiones políticas del gobierno de turno, cosa que en casi 70 años de vida del INTA nunca pasó.

– ¿Siempre fue así?

– Siempre fue así. Por eso estuvimos al margen de la política o del gobierno de turno, siguiendo las demandas del sector productivo y académico. Y al ser (el Consejo Directivo) el máximo órgano decisor, no tenía que ir a la Secretaría de Agricultura o algún ministerio a pedir permiso, sino que se resolvía dentro del propio Consejo Directivo de estas 10 personas. Al cambiar eso, cambiarían todos los consejos de todas las provincias también, por lo cual quedaríamos sujetos a las decisiones del gobierno de turno, que pueden ser buenas o malas, pero no podemos quedar a la merced de eso.

– ¿Esa estructura de gobernanza se replica en cada provincia o en cada regional?

– Se replica en cada regional. En Entre Ríos tenemos 14 miembros, siete públicos y siete privados.

– En este tiempo que se habla tanto de recortes, de austeridad, de la tijera y de la motosierra, ¿todos ellos cobran? ¿Hay algunos que cobran y otros que trabajan ad honorem? ¿Cómo funciona eso?

– No, en las provincias son todos ad honorem, no cobra ninguno. Los 14 son ad honorem. A nivel nacional, en cambio, le pagan los viáticos, me parece, pero no es un sueldo.

Y esto también se replica en las estaciones experimentales, con los consejos asesores locales, y en las agencias de extensión, también con participación pública y privada. En las agencias y en las experimentales el consejo asesora al director a tomar decisiones. En mi caso, a nivel Entre Ríos, es un consejo que se expide, que resuelve, o sea que decide a dónde va la investigación y la extensión.

– ¿De dónde surge esta hipótesis de que el cambio de estructura derivaría en despidos y cierres de determinadas áreas? Y en todo caso, ¿cuáles serían de acuerdo a la información extraoficial que manejan?

– En diciembre del año pasado salió un comunicado diciendo que el INTA, para que funcione bien, debía tener 4.500 personas. Las 1.500 de las que se hablan pasarían a disponibilidad y corresponderían a todas las agencias de extensión.

Ese fue un mensaje de comunicación que salió del Gobierno, por eso es que se habla de ese número. Primero vinieron con un embate diciendo que a todos los que habían entrado en 2023 había que echarlos y punto.

En el INTA sólo se ingresa por concurso. También hay que concursar para ser becario, para ser planta transitoria, y, sí o sí, cuando se libera un cargo por jubilación, muerte o renuncia. No hay otra forma de entrar al INTA, por eso somos seis mil personas desde hace diez o quince años, y la media es de cinco mil quinientos, seis mil quinientos.

Cuando el Gobierno viene y ve que somos sólidos en eso, ahí dio marcha atrás, es lo que yo interpreto.

También sucedió con las cooperadoras del INTA porque decían que no funcionaban. Y vieron que todas las cooperadoras son altamente eficientes, tienen un contador y un secretario que responden con sus bienes personales, no cobran un centavo y le aportan plata al INTA.

– Usted me está diciendo que había como algo de improvisación, un poco de desconocimiento. Era como que había que aplicar la política general a un organismo específico, y al llegar al organismo específico, advirtieron que las cosas no eran como lo pensaban.

– Es así. Somos un organismo del Estado y la política de este Gobierno, por la cual fue elegido, es achicar los gastos del Estado. Lo hicieron con otros organismos y cuando fueron al INTA se encontraron con esto. INTA por cada peso invertido devuelve 11 pesos al sector productivo, social y agroindustrial.

– ¿Los 6.000 empleados son a nivel nacional? ¿Cómo ha sido la evolución de los salarios de los trabajadores del INTA?

– A nivel nacional hoy somos 6.000 y ya perdimos un 15% de la planta, mientras en Entre Ríos somos 305 y perdimos un 17% con jubilaciones y retiros voluntarios, vacantes que no hemos podido recuperar.

Los sueldos están un 40% abajo, hemos perdido un 40% de la capacidad adquisitiva.

Hace unos años había empleados del INTA que estaban por debajo de la línea de la pobreza, y me acuerdo que se armó un revuelo porque el Estado tenía gente en planta permanente por debajo de la línea de la pobreza.

Se hizo una recomposición salarial bastante interesante, y ahí se estancó. Lo mismo sucedió con nuestro presupuesto, es el mismo que en 2023, a pesar de la inflación.

– En principio desalentar la inversión en cualquier rubro que tenga que ver con la tecnología, en este tiempo, parece anacrónico, producto más de cierta ignorancia. Me gustaría alguna reflexión respecto de lo que significa el conocimiento científico y tecnológico en cuanto a los aportes del INTA, y cómo observa esta iniciativa de ajuste, por dónde cree que viene.

– Empiezo de atrás para adelante. Creo que no hay razonabilidad para prescindir de 1.500 personas por el solo hecho de que hay que achicar.

Sentémonos a charlar, sentémonos con los gobernadores, veamos cuál es el impacto del INTA en el territorio, y si no tiene impacto, perfecto, ahí hay que ajustar. Ahora, si tiene impacto, hay que reforzarlo, aumentarlo, apoyarlo.

Creo que como somos del Estado y estamos dentro de la misma bolsa, ahí es donde venía el achique.

El 30% de nuestro presupuesto –en algunos casos más– viene del sector privado, a través de convenios. Nos asociamos con el privado, el privado viene y propone hacer alguna investigación, esa investigación pasa por el Consejo del Centro Regional, que se encarga de ver si es pertinente hacerla en Entre Ríos, y si lo aprueba le metemos pata.

– Deme un ejemplo, más o menos reciente, de esta articulación entre lo público y lo privado.

– Doy dos, uno internacional y uno nacional. Los aviones y los barcos generan una contaminación impresionante, entonces en el mundo se están buscando biocombustibles que no contaminen y la bioenergía generada por la colza tiene buena reacción.

Empresas multinacionales vinieron a la Argentina y vinieron al INTA, que ha desarrollado variedades de colza, e hicimos un convenio para continuar con ese desarrollo, y estamos trabajando en Paraná, Marcos Juárez y otras regiones. Y nos pagan.

A nivel nacional, hace dos años, reapareció con fuerza la chicharrita del maíz y fue un desastre. El INTA salió rápidamente con una red de monitoreo de las agencias de extensión. Maizar, una asociación privada que trabaja en los cultivos de maíz y sorgo, hizo un convenio con nosotros, le paga a cada agencia de extensión para cubrir los gastos de combustible, y nosotros tenemos un informe que es público, cada quince días, de cómo está la chicharrita.

Otro ejemplo: tenemos ensayos forestales, hacemos clones que compra el mercado.

Y otro ejemplo es el arroz, cultivo cuyo mejoramiento genético lleva 15 años. El INTA, en Entre Ríos, ha generado cultivares de arroz que hoy se siembran en todo el mundo, desde Brasil hasta China.

Riesgo

Estos desarrollos del INTA, que le generan dólares al Estado a través de regalías, a juicio de Gvozdenovich, quedarán en riesgo si, finalmente, se modifica la gobernanza del organismo, “y perderíamos un valor fundamental”. Ese es uno de los temores más fuertes de los intianos.

– Desde esa autonomía, ahora en riesgo, ¿el INTA funciona como acompañante de esos procesos, como crítico u objetor de esos procesos, o funciona según una dinámica que tiene que ver con el funcionamiento del mercado en general?

– Es una conjunción de todo eso. Primero acompañó el proceso del desarrollo. La siembra directa, por ejemplo, fue un desarrollo de INTA, lo tomó el privado, y, obviamente, fue un boom espectacular en Argentina.

En otros casos, el INTA fue muy crítico, y en otros, como en el tema de la agroecología, muy cauteloso.

Entonces, el INTA hizo un acompañamiento en todos estos procesos que ubicaron a la Argentina entre los países de punta a nivel mundial en materia agropecuaria. De lo contrario nos hubiéramos quedado con el arado de reja y vertedera, con una tecnología vieja, y hoy tenemos agricultura de precisión en las maquinarias, donde el INTA lidera, no la creación de agricultura de precisión, sino que lidera el proceso de adopción de esa tecnología por parte del productor.

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